Gracias a ese trabajo, Jordi entendió que la salud mental no debería seguir medicalizando problemas que son de la vida misma. “Un anciano que vino me decía ‘bueno, mi mujer con la que he estado 60 años falleció hace un año. El médico me quiere dar antidepresivos y yo le explico cada vez que yo no estoy deprimido, yo estoy triste. Entonces yo lo que quiero es vivir y quiero herramientas para saber vivir y funcionar, pero tampoco quiero que me quitéis esa tristeza porque esa tristeza es el recuerdo que yo tengo de mi mujer’.” Con estas experiencias, creó los ‘grupos de soledad’, centrados en reintegrar en la comunidad a ancianos solos. Con estos grupos ha demostrado que poniendo remedio a la soledad, todos los indicadores tanto cognitivos como de salud de los ancianos mejoran notablemente. Un trabajo pionero en enfermería que le ha hecho merecedor en 2019 del prestigioso premio ‘Enfermería en desarrollo’.
Las vocaciones fuertes suelen ser contagiosas. En el caso de Jordi Ramón, su hija Abril, de 19 años, no se ha librado. Siguiendo el ejemplo de su padre insistió hasta que este le dejó ayudar en uno de sus grupos de soledad, y por ello ha decidido seguir el mismo camino y está estudiando enfermería. “Mi padre me dio la confianza de ayudarlos, de estar con ellos, él quedó como más en segundo plano. Y lo mejor de todo es que me sentía muy bien porque sentía que había hecho muy poco y que me lo agradecían… muchísimo. Entonces le dije a mi padre que me gustaría hacer enfermería. Además siempre lo he visto muy feliz y después de 25 años que alguien sea tan feliz haciendo su trabajo me parece muy interesante. Y es lo que me gustaría a mí.”
