Ingeniera electrónica
Isabel García
“La tecnología, si no tiene en cuenta a las personas, no sirve para nada”
Isabel García era una niña a la que siempre le fascinó la tecnología. Desmontaba y escudriñaba todo lo que caía en sus manos. Cuando creció, encontró la forma de saciar esa curiosidad: estudiar ingeniería electrónica y emprender. «Emprender es duro, pero no lo cambiaría. Cada dos semanas te haces experto en algo diferente», asiente. Y añade: «Si alguien tiene pasión por aprender, emprender es la mejor manera».
Eso es lo que hicieron ella y su joven equipo, compañeros todos desde la universidad. Decidieron montar su propia empresa y se impusieron dos condiciones: tenía que estar relacionada con su pasión por la tecnología y debía tener un impacto positivo en la sociedad. «Nuestra obsesión es que la innovación tecnológica no discrimine y se pueda poner al alcance de todo el mundo», explica. Para ellos el emprendimiento social es el futuro y un valor que comparten las generaciones más jóvenes: «Dar y servir a los demás es lo que más nos llena».
Con esa misma intención pusieron también en marcha su primer proyecto empresarial, Eways. Reciclaban dispositivos electrónicos para evitar que acabaran en vertederos de países empobrecidos, contaminando el medio ambiente. Al llegar la pandemia, decidieron donarlos todos a hospitales y residencias. Pero se dieron cuenta de que los mayores no los usaban, porque no los entendían. Y nació Bleta, una tablet adaptada a sus necesidades, que empezó siendo un simple prototipo y hoy ya es una startup de éxito.
«La brecha digital es un problema muy importante hoy en día», recuerda García. Que asegura que, en la actualidad, el acceso a la tecnología es esencial para estar integrado en la sociedad y que además, en el caso de los mayores, puede aportar enormes beneficios: «No sólo se benefician de todo aquello que aporta la tecnología, sino que afecta a su estado anímico, a su autoestima, a su autonomía y a paliar el sentimiento de soledad no deseada que por desgracia muchos tienen».
Porque, como recuerda esta joven ingeniera, «la tecnología, si no tiene en cuenta a las personas, no sirve para nada». «Podemos hacer cosas impensables con la tecnología, pero si no se adapta a nosotros no será útil», insiste. Y concluye: «La tecnología o es humanista o no será».
