“Es apasionante entrar cada día a tu trabajo queriendo saber y aprender más”

Juan Carlos Izpisúa quería estudiar filosofía. En el último momento le atrajo tanto la cúpula del edificio de Farmacia que decidió matricularse allí. Quizá por ello siempre entendió así el sentido de la investigación farmacéutica: comprender quiénes somos. Gracias a esa feliz casualidad, nuestro país dio al mundo a uno de los científicos más brillantes de lo que va de siglo. Para muchos, Juan Carlos Izpisúa está descubriendo la fuente de la eterna juventud, pero él es más modesto a la hora de explicar su trabajo, “esto es lo que estamos intentando hacer en el laboratorio: Tratar de programar las células para que la capacidad de regenerar no se pierda con el paso del tiempo”.

Un desarrollo en biotecnología con aplicaciones inmediatas y tremendamente prácticas que pronto revolucionarán, por ejemplo, la donación de órganos. “Muchas veces el cirujano tiene que descartar ese órgano porque no está en las condiciones apropiadas para el trasplante. El poder rejuvenecer ese órgano podría ayudar a tantas miles de personas que bien están esperando un órgano y que no llega porque no existe un órgano apropiado. Al final lo que tratamos no es de vivir más tiempo: lo que tratamos es que, especialmente en las etapas tardías de nuestra vida, la enfermedad sea más lenta o tarde más en aparecer.”